Un cálido hogar mediterráneo en el que sentir la calidez del reencuentro con quienes más quieres. Un ambiente amable, íntimo, con corazón, en el que compartir sea un placer. Ese ha sido el deseo que nos ha guiado a la hora de diseñar el interiorismo de Can Moragues, una acogedora vivienda que reúne bajo el mismo techo a cinco generaciones de la misma familia: bisabuela, abuela, madre, hija y nieta, unidas en un mismo abrazo.
Un bello enclave, entre la magnificencia de las montañas de Tramuntana y la inmensidad del Mediterráneo, enmarca esta casa erigida por el arquitecto Bernardo Oliver Jaume. Allí, el fresco aroma a algarrobas y a romero invita a respirar y a estar presente: a dejarse acariciar por la brisa, a hundir los pies descalzos en la tierra.
La vista se pasea entre terracotas, naranjas y amarillos, por el verde del jardín; se recrea en la delicioso vista del huerto, que ofrece los sabores más auténticos a un paso de la cocina. Más tarde, los niños saldrán entusiasmados a recoger tomates y calabacines para la cena, que compartirá la extensa familia alrededor de una gran mesa. Y entre el choque de las copas, el tintineo de los cubiertos y las risas de pura felicidad, flotará en el ambiente una ternura cálida y única, esa que sólo aflora cuando toda la familia está junta.
En el dormitorio principal, la luz del atardecer atraviesa el gran ventanal, dibujando reflejos cálidos sobre la pared. Solo se escucha el silencio; quizá, a lo lejos, la algarabía alegre de los pequeños en la piscina. Aquí, los tonos neutros, espacios abiertos y el tacto placentero de los tejidos logran esa armonía necesaria, creando una atmósfera franca, a la par que sofisticada, que invita a la relajación.
Su interior abraza y arrulla, pero el corazón de Can Moragues late en el exterior. Allí se halla la gran mesa capaz de acoger a los 15 miembros de la familia a la vez, a la sombra de una higuera. Se trata de un espacio que emociona a sus habitantes por ser el lugar en el que poder reunirse cada vacaciones, tras estar alejados entre sí en Alemania durante el año.
Este espacio es la esencia de un sueño hecho realidad, condensa todo el afecto que se respira en Can Moragues. Al fin y al cabo, la máxima de este refugio, creado desde el amor y para el amor, siempre ha sido: “Que cada miembro de la familia tenga un rincón propio, y una silla en la mesa”.
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