La sencilla autenticidad del entorno, que se distingue por permanecer adormecida al paso del tiempo, sirve de inspiración para diseñar una vivienda íntima, en la que la artesanía juega un papel fundamental para crear ambientes naturales y auténticos.
El arraigo a la propia historia y sosegada evolución del pequeño
puerto natural que la acoge, nos traslada a otro modo de vivir y entender la isla.
Dentro y fuera de la vivienda, se percibe un ritmo distinto, que se presenta más pausado y relajado, casi como si el tiempo se hubiera detenido.
La solución decorativa de los espacios interiores transmite tranquilidad, a través de propuestas que miran hacia el interior, para crear ambientes a modo de refugio íntimo, en los que disfrutar y compartir en familia.
El uso de espejos que aportan profundidad y reflejan el propio
interior en secuencia y las texturas delicadas aplicadas en elementos como las paredes de piedra, las luminarias del comedor, inspiradas en el entramado de la redes de pesca y los tejidos que visten la zona de estar, proporcionan calidez a una vivienda que recoge en silencio, los últimos rayos de sol al atardecer.
Los exteriores, concebidos como una extensión de la propuesta arquitectónica y decorativa interior, invitan a convivir en un espacio profundo y personal, creado desde el conocimiento, y el amor por el detalle y la creatividad de todo lo que diseñamos, como fundamento esencial de la filosofía meraki.
Este espacio convive con el respeto por la naturaleza y las raíces del pequeño puerto que lo acoge, en el que todavía se distingue la encantadora autenticidad de un lugar en el que el tiempo se ha detenido y la vida transcurre a un ritmo tranquilo y sosegado.